Si bien hay que invertir en las tecnologías emergentes, así como acelerarlas y consolidarlas para ayudar a largo plazo, hoy en día, la manera más efectiva de preparar la infraestructura para el futuro es mediante pequeñas victorias con tecnologías existentes, de bajo costo y bien logradas. Por ejemplo, al optimizar el diseño para reducir los materiales utilizados durante la construcción se reducirá la huella de carbono resultante. Aunado a esto, la amplia utilización de los gemelos digitales ayuda a realizar la transición a la energía limpia.

Dado que el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de las ciudades, éstas son al mismo tiempo el mayor motor y la principal víctima del cambio climático. Necesitamos seguir buscando soluciones y tecnologías para revertir esta tendencia y posibilitar a que las ciudades prósperas equilibren la calidad de vida, la salud, la descarbonización y la resiliencia climática.

Adoptar los principios de circularidad para la gestión de los recursos beneficia a todos los habitantes del planeta. Estos reducen los residuos y la contaminación, hacen circular productos y materiales a su máximo valor y regeneran la naturaleza. Adoptar una estrategia circular para los recursos de la tierra y el agua es crucial. La minería responsable y la gestión eficiente del ciclo del agua son dos ejemplos de la creciente circularidad de las infraestructuras.

El impacto es claro: al menos el 85 % de la población mundial ya se ha visto afectada por el cambio climático y los eventos meteorológicos extremos. La construcción y el funcionamiento de las infraestructuras son lo que más contribuye al cambio climático, ya que generan el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque la descarbonización total será una tarea extraordinaria que podría llevar muchos años, tenemos que adaptarnos y aumentar nuestra resiliencia a los efectos del cambio climático que ya se están produciendo.